El Pan de Muerto
Por Piper Neulander
En honor de los últimos días de septiembre y el fin de la “temporada de temblores”, mi amigo Arturo me invitó a probar por la primera vez en mi vida un pan tradicional: el pan de muerto. Para emprender esta degustación especial, me propone escalar el techo y entonces con los panes en las manos emprendemos el ascenso. Tengo mucho miedo, tanto de caerme como de dejar caer el pan. Con un viento frío y el sol bajando rápidamente, nos sentamos en el techo, admirando la vista de 360 grados de la ciudad de México. Hacia el sur, la torre Mitikah se eleva por encima de todo, y hacia el norte, la torre latinoamericana brilla con sus luces de los colores de México. Hace solo un mes no hubiera reconocido a este monumento de la ciudad, pero es ya comienzo de octubre y me siento más y más cómoda en CDMX.
Arturo jura que los mejores panes de muerto vienen del supermercado y ha comprado tres distintos, aunque no sepa de cuales sabores son. Empezamos con uno que tiene una crema de vainilla adentro. Aunque el sol casi se mete, la ciudad está llena de luz y las ventanas de las casas en las montañas de los alrededores empiezan a resplandecer. Las montañas siguen siendo una de las cosas más bonitas de la ciudad para mí y me encanta este momento pues es cuando se revelan en la oscuridad por todas las luces de las casas. El primer pan no es mi favorito, entonces seguimos con el segundo.
Desde la primera mordida es evidente que este pan está relleno de frambuesa, que a mí me encanta. Recuerdo haber visto panes de muerto en los supermercados y panaderías mexicanas en Texas, pero no sé porque nunca lo había probado, siendo que he comido un millón de conchas en mi vida. Cuando era niña, el supermercado cerca de mi casa hizo tortillas de mano cada día y vendió muchos panes mexicanos. Mi amor por la comida mexicana empezó con el Tex-Mex que tenemos en Texas, pero es cierto que hay muchas diferencias y no reconozco mucha de la comida mexicana. Pero me encanta la frambuesa de todas formas y devoro a este pan. Arturo y yo platicamos de la relación complicada que los chilangos tienen con la ciudad, unos con mucho cansancio de vivir acá y otros con mucho orgullo.
El tercer pan tiene polvo sobre todo y el polvo cae encima toda mi falda. Ahora hace bastante frío con viento. Ya es de noche, entonces decidimos bajar al departamento de Arturo. Agradezco mucho ya tener amigos en la ciudad con quienes me siento cómoda y bienvenida. Este último pan es de chocolate y tiene un conejito de chocolate encima. Arturo admite que los panes no han sido muy tradicionales ni muy ricos. Como sigo aprendiendo sobre México y la Ciudad de México, sigo aprendiendo de la comida también. Arturo y yo estamos de acuerdo que tendremos que probar otro pan de muerte en el futuro, pero hay todo el mes para comer y por ahora, ya estamos contentos.