Incapacidad moral permanente

Recientemente, el presidente de la república del Perú, José Pedro Castillo Terrones, fue destituido y detenido, acusado de “incapacidad moral permanente” que es una figura constitucional de ese país andino que se remonta al siglo XIX, pero que ya ha sido utilizada en varias ocasiones. Está por demás decir que Perú ha estado padeciendo de crisis políticas desde hace ya muchos años. En lo que va del presente siglo, tres presidentes han sido destituidos (Alberto Fujimori, Martín Vizcarra y Pedro Castillo) y dos renunciaron (Pedro Pablo Kuczynski y Manuel Merino).
Pedro Castillo es un activista rural, maestro de profesión, indígena, con nula experiencia política y con muy escaso poder de convocatoria en los centros urbanos y entre las clases medias, sin embargo tiene una considerable base social entre el pueblo que, aunque por escaso margen, le permitió ganar, hace un año y medio, la presidencia del Perú ante las acusaciones generalizadas de “corrupción” con la que todos los actores políticos se señalan unos, a otros lo que nos recuerda el clásico de George Orwell “Rebelión en la Granja”, en donde los animales se apoderan de la Granja bajo el Lema “Todos los animales son iguales” pero cuando los cerdos usurpan el poder político y comienzan a hacer negocios con los humanos, someten a los demás animales añadiendo a la proclama original: “Pero unos son más iguales que otros”. Izquierdistas y conservadores por igual se enfrentan entre sí blandiendo el terrible axioma: “¡Corruptos!. Este nuevo capítulo del drama en Perú apenas comienza.
Pero el caso de Perú no es el único y la acusación en contra de izquierdistas no es exclusiva. En todo el mundo y bajo todos los sistemas políticos las acusaciones de corrupción son lanzadas alegremente. La Vicepresidenta de Argentina Cristina Fernández de Kirchner fue condena a prisión por el delito de corrupción (no pisará la cárcel por tener fuero como vicepresidenta), Luiz Inácio “Lula” quien ha sido electo en tres ocasiones para gobernar Brasil (su tercer periodo inicia en enero de 2023) también fue acusado de corrupción e incluso estuvo mas de 500 días en prisión. Su contrincante el derechista Jair Bolsonaro perdió la elección en la segunda vuelta en medio de acusaciones… ¿de qué?, efectivamente: de corrupción. El ultraderechista Donald Trump perdió las elecciones en USA y enfrenta varios procesos también por la misma acusación. Y en México, el priista Enrique Peña Nieto terminó su mandato con fuertes señalamientos de corrupción haciendo que su partido fuera desplazado en las urnas hasta el tercer lugar. Incluso en países con grandes valores morales con Japón o con férreos castigos y medidas disciplinarias (que en ocasiones conllevan pena de muerte) como son los gobiernos de países comunistas o islámicos, hay funcionarios públicos que por ambición personal olvidan sus deberes y cometen actos deshonestos.
Indudablemente en nuestro país ha habido figuras políticas muy honorables, austeras y con integridad (razonablemente) comprobada, por citar sólo a algunos expresidentes debemos mencionar a Benito Juárez, Venustiano Carranza, Lázaro Cárdenas, Adolfo Ruíz Cortines, pero lamentablemente al común denominador de nuestra clase política es la corrupción, el abuso y el dispendio. El presidente López Obrador logró una victoria contundente enarbolando la bandera anticorrupción después del gobierno particularmente frívolo y corrupto de Peña Nieto. Pero ¿qué se ha hecho para combatir la corrupción? Se canceló el Aeropuerto de Texcoco por presuntas anomalías, causando un daño a la Nación por miles de millones de pesos y no existe ninguna demanda contra nadie. Se cerraron guarderías, se suspendió el abasto de medicamentos, se cerraron escuelas de tiempo completo, se dejó de usar el avión presidencial. Todo con el mismo pretexto y con cero denuncias formales. En el caso PEMEX, se encarceló a Lozoya no por corrupto, sino por cínico al exhibir su impunidad de forma desvergonzada. ¿No será hora de señalar a nuestra clase política de INCAPACIDAD MORAL PERMANENTE?