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Si la idea del ganso es hundir al país, es un genio, pero si es lo contrario…

Miguel A. Rocha Valencia

A unos días de que el mesías tropical se envuelva en la bandera nacional y arengue a los mexicanos a defender la soberanía nacional, los efectos de sus declaraciones mañaneras y acciones cobran factura y por lo pronto ya son dos meses en que baja la poca inversión existente en el país, el consumo y la calidad del empleo, a grado tal que siete millones decidieron no trabajar formalmente pudiendo hacerlo, debido a los bajos salarios.

Como consecuencia de ello, también van dos meses en que, como resultado de lo primero, el consumo va en retroceso luego de mantener un crecimiento en pesos de poco más del 1.13 por ciento durante diez meses anteriores.

Lo más curioso del caso es que la economía de Estados Unidos de la cual se decía que estaba débil y en ruta a la recesión, tuvo una recuperación inédita en los meses recientes y en julio, de los 286 mil empleos que se esperaban, registró casi el doble con 528 mil, lo cual, según los analistas, muestra la fortaleza de la economía estadounidense.

Esto último no se discute. Ahí está la inversión, los bancos más importantes y la industria del mundo y, por ende, la economía, la cual si tiene problemas y la muestra clara es el incremento de tasas de la FED, pero tiene algo que es básico: un sólido andamiaje institucional y legal que no está sujeto a los caprichos presidenciales.

Es decir que mientras en Estados Unidos mantienen crecimiento del empleo frente a los presagios recesionistas, en México vamos para atrás derivado de los recientes acontecimientos que afectan la confianza, lo cual se ve claramente en el Indicador Mensual de Inversión Fija Bruta que se contrajo 1.24 por ciento global luego de dos meses de avance. El más afectado fue el subsector de la construcción que “lastró a la inversión fija bruta por caída de ausencia de confianza y mayor cautela”.

El análisis muestra caída del 3.3 en el segmento residencial, uno por ciento en maquinaria y equipo.

Paralelamente se espera un decremento del dinamismo en el consumo y ya el INEGI reportó una caída del 0.42 por ciento, primer retroceso postpandemia desde junio de 2021. Aquí lo interesante es que en bienes nacionales la caída es del 1.13 por ciento en tanto que los de importación subieron 0.6 por cuarto mes.

Y lo peor no es todo eso es que es el inicio de lo que previó la encuesta del propio Banco de México entre especialistas nacionales y extranjeros, quienes afirman que el crecimiento de nuestro país no va a pasar del uno por ciento –si crece- y que el 2023 podría estar marcado por una recesión “oficial”, derivada no sólo de las presiones inflacionarias del extranjero, sino de los errores cometidos en lo interno, donde por un lado se dilapida el dinero fiscal en caprichos del machuchón y por el otro se reducen los recursos a inversión directa o productiva.

Desde luego, inciden en la actual caída de la inversión fija bruta y la especulativa, los conflictos generados en Palacio Nacional desde el T-MEC hasta las persecuciones contra grupos empresariales, restricción de inversión pública que acompaña a la particular, pero sobre todo el clima de incertidumbre y confrontación que generosamente despacha desde su púlpito el profeta cuatrotero.

Este sólo ingrediente va a gravitar sobre la economía de manera determinante, tanto que podría marcar el futuro de México por muchos años y hacer “buena” la sentencia del priista Augusto Gómez Villanueva y con la cual coincidimos en el sentido de que “no importa quien quede al mando del país, el tlatoani tabasqueño heredará un drama irreversible para 2024”.

Es decir, el daño a la Nación ya está hecho y más grave, tiene tiempo para hundirnos más, con ocurrencias como la de este lunes de entregar el mando y administración de la Guardia Nacional a la Sedena por decisión suya.
La corrupción institucionalizada, será otro de sus legados lo mismo que la entrega de gran parte del país en lo geográfico, institucional y político, al crimen organizado.

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