El opinadero

Una carta de amor a Salamanca

Por Piper Neulander 

La primera vez que llegué a Salamanca fue en 2019 y la noche antes de llegar me tumbé en la cama sin dormir llena de ansiedad. Tenía varias dudas: ¿cómo va a ser la gente? ¿Qué pasa si no entiendo unas palabras? ¿Estaré solitaria? A los 19 años nunca había viajado a otro país sola y como estadounidense, supe que necesitaba mejorar mi español mucho.

Pero en el momento que vi a la cara de mi jefa, Clarita, quien me había invitado a Salamanca para enseñar ingles en su escuela, The English School, todas las dudas se fueron de la cabeza. Ella con su sonrisa grande y los brazos abiertos para abrazarme en el aeropuerto de Leon-Bajío, me dio una cálida bienvenida y empecé tres semanas de conocer a la gente más amable y simpática que he conocido: los lindos salmantinos.

La segunda vez que llegué a Salamanca fue el año 2022, y la noche antes, como en mi visita anterior, no pude dormir. Pero esta vez no fueron los nervios sino la emoción. Sigo trabajando en The English School, dando clases a estudiantes de varios niveles y edades. Vivo en la casa de una familia muy linda que me han dado una bienvenida fuerte. En solo una semana he probado de nuevo la nieve, he ido a ver el centro y aprender sobra las iglesias, he caminado al lado de una cascada y he disfrutado una obra en la casa de la cultura. Otros maestros, estudiantes y sus familias me han enseñado como hacer todo en Salamanca entre enseñarme frases como “que chido” y “Salamanchester”, hasta mostrarme cómo es una quinceañera. Me han invitado a sus casas, siempre ofreciendo comida rica, y me han traído a restaurantes para probar tacos, enchiladas, sopes, quesadillas, tamales, enfrijoladas, chilaquiles, nieves de pasta, salsitas, mazapanes y toda la comida mexicana y salmantina. Por ser tan amables, abiertos y colaboradores, los salmantinos hacen que Salamanca sea para mí, una ciudad a la cual regresaré por toda mi vida.

En sola una semana más voy de Salamanca, para conocer a otras partes de México. Extraño a mi familia y mis amigos en los EE. UU. y tengo ganas de aprovechar de mi edad de viajar mucho y probar cosas nuevas. Aunque me voy, ya tengo planes de regresar en octubre. La verdad es que ahora siento que tengo casa en los EE. UU. y también en Salamanca y, como decimos en inglés “There is no place like home”. Cierto que hay obras, cascadas y comida rica en varios lados de este lindo país, pero nunca podré olvidar lo que es Salamanca y cómo son los salmantinos.

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