SOY MESTIZO: ¿Y QUÉ?

Crónicas del espíritu
SOY MESTIZO: ¿Y QUÉ?
Iván Juárez Popoca
Hernán Cortés no conquistó un país llamado México porque simplemente este no existía. Lo que tomaron los castellanos fue la ciudad de México Tenochtitlan y lo hicieron gracias a sus aliados indígenas. Éstos eran alrededor de cien mil, mientras que los invasores no pasaban de mil.
Entre los pueblos que hicieron alianza con el conquistador sobresalieron los tlaxcaltecas y todos esgrimían el odio hacia el imperio azteca, que los había dominado desde 1430, imponiéndoles tributos por medio de la violencia: como siempre ha ocurrido en la historia de los estados, cuyo origen mismo tienen un carácter predatorio.
¿Y qué sucedió después? Algo sorprendente.
Los aliados no se voltearon, pues hubieran podido acabar con el extremeño y sus hombres, sino que confluyeron factores de tipo ideológico, para que estos pueblos consideraran que la unión convenía a sus intereses o que era algo inevitable.
Así, en un proceso que duró siglos y con apoyo de un sector indígena, los europeos fueron dominando el territorio que sería nuestro país.
A tal grado se dio esa colaboración y mezcla, que guerreros de Tlaxcala combatieron en Filipinas contra piratas japoneses en defensa de la corona española. Esto perfectamente documentado por el general Gonzalo Ronquillo de Peñaloza en 1582.
Desde un principio, Cortés tenía la visión de crear algo nuevo y por ello propició el mestizaje. Se dio el “encuentro de dos mundos” -cual apunta el historiador Miguel León Portilla- y su fusión. Y claro que el evento estuvo manchado por sangre e injusticia, lo cual es común cuando una civilización se impone a otra con la finalidad de dominio y explotación. Sin embargo, no se puede negar que junto con la espada llegaron avances tecnológicos, la filosofía griega, el arte medieval y renacentista, los conocimientos de oriente y muchas otras cosas que han moldeado la civilización occidental.
Los pueblos originarios que lograron resistir y conservarse relativamente fuera del fenómeno, son admirables y su cultura ha de ser conservada. Asimismo, requieren justicia y una integración total que no vulnere sus derechos, más allá del discurso demagógico de los políticos que enarbolan el rencor hacia una parte de nuestro ser. Una parte esencial puesto que el ochenta por ciento de la población tiene sangre española e indígena.
En 1542 las “Leyes Nuevas” del reino español prohibieron la esclavitud de los “indios” y esto trajo como consecuencia la llegada de esclavos del África, cuya influencia también está presente: somos un crisol donde se fundieron varias culturas.
Así pues, consciente de lo que soy, aceptando la realidad diversa, fuera de cualquier papel de víctima que algunos pretendan imponerme y con mucho orgullo, puedo decir que soy mestizo: ni superior ni inferior a cualquier otro ser humano de la tierra, pero con una gran dignidad.



