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Del narcisismo y ego al amor propio

Alejandra Mayer

Mucho se habla últimamente del narcisismo, palabra que debe su nombre a Narciso, de la mitología griega, quien era un joven de apariencia muy bella, que se decía estaba enamorado de su propia imagen y rechazaba a todas las mujeres.

En la psicología es abordado como un comportamiento de un ego muy elevado que esconde una inseguridad y baja autoestima contraída desde heridas de la infancia, adolescencia o algún evento traumático. Es una persona en apariencia carismática y encantadora, que se exalta a sí misma y sostiene su ego en base a la aprobación y halagos externos. Es una persona abusiva y controladora con sus relaciones, ya que depende de ellas para obtener su poder personal. No acepta críticas ni se autoanaliza, no siente empatía, siempre critica y se defiende atacando a los demás.

Por otra parte, el ego es un conjunto de creencias que tenemos de nosotros mismos, la mayoría implantadas y otras adquiridas por decisión propia, buscando darle un sentido de existencia, pertenencia e importancia a nuestro ser dentro de la sociedad. Buscando el control y dominio de lo externo, sin antes cuestionar el interno. Aunque es más natural que el narcisismo y no depende precisamente del abuso de otros, si puede esconder una baja autoestima e inseguridad al aparentar ser algo que no se es, o al tener una obsesión por demostrar lo que se es o se hace. Se alimenta del reconocimiento y aprobación de los demás y esconde un autojuicio y miedo a no ser aceptado y galardonado.

Mientras tanto, muy lejos de esos conceptos, existe el amor propio, que solo se puede llegar a él a través del autoconocimiento y autoaceptación. A procurar el verdadero bienestar personal en todo sentido, sin la necesidad de sentirse aprobado por la sociedad. Un estado de gratitud, respeto y honra por la propia existencia y de todos los seres, quitando cualquier juicio de por medio, solo aceptando a todos los que compartimos esta experiencia, entendiendo de cada ser tiene sus historias y procesos, perdonando y soltando los apegos, creencias y miedos adquiridos. Tomando el control de nuestros pensamientos, asumiendo la responsabilidad de sanar y construir la relación con uno mismo, para ser, hacer y tener lo que se quiere en la vida, sin la necesidad de pasar por encima de nadie, ni de tener la aprobación de nadie.

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